Derroteros – José Luis Mayoral

20.00

Sin existencias

ISBN: 978-84-9946-178-6
Depósito Legal: M-9368-2012
Páginas: 400
Edición: 1ª edición, mayo 2012

Sinopsis: “Cádiz, Campo del Sur.
Fila de pescadores, con caña y mirando al mar.
Carmen es airosa y esbelta. Pudiera resultar garbosa, pero no le importa. Fafy, su hermana, tiene mejor tipo, y es de la que me enamoro.
Las dos hermanas y yo vamos a ir a la playa. Así podré ver de verdad qué tipo tienen. Se meten en la caseta, pero cuando salen llevan trajes de baño no más cortos que los de calle. Decepción.[…]”

José Luis Mayoral, huérfano de la Guerra Civil. Enrolado involuntario en «juventudes» (más bien infancias) de uno y del otro bando. Años después y por error ajeno resulta, en «el Exterior», refugiado político sin causa. Por presión de sacrosantas pero ya caducas ideas, funda sin ganas un breve partido nada más que porque sí. En la excitante multitud de los «casi» y los «semi», semi-se-le-propone, en su calidad de semi-abogado, la defensa pseudo-procesal del acusado con vistas a un magnicidio próximo. Sin demasiada «madera» (de héroe), se recusa y se rehúye sin embarcarse en semejante Arca de No Sé. Tentado por el Saber, compone una Anthologie Hommage à la Littérature Espagnole Contemporaine que las Editions Subervie publican en Francia. De vuelta «al Interior» (del País y sus querencias) da una novela, Piedrero, y dos poemarios, Geología del ser y Tiempo de espacio. En «el Exterior» dejó (Bulletin Ernest Renan) algún que otro texto psicoterapéutico e intelectual, por no hablar de inéditos (en español y en francés).
Ya en Madrid encuentra mucho Ateneo, mucha Biblioteca Nacional y no pocas relaciones amistosas y amorosas entre cada dos lecturas. Y, gloria suprema y electoral, un par de años como presidente de una sociedad de poetas elegido por mayoría relativamente absoluta en sufragio universal, directo y secreto. Pero algo del pasado remuerde su presente. Quizá no fue bastante héroe cuando estuvo allí, así que una noche se pone a prueba en un trance callejero y responde con réplica indudable y firme frente a un arma. Y defiende con los puños, alguna vez, su derecho a la banalidad sociopolíticamente incorrecta. Todo ello en contradicción con lo que espera alcanzar: la operatividad efectiva de la sin duda ya inventada Máquina de No Morirse Nunca.