Yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del tractatus – Agustín Fernández Mallo
ISBN: 84-607-2110-8
Páginas: 64
Edición: 1ª edición, abril 2001
Depósito legal: M-15-273-2001
Sinopsis: En el prólogo, el poeta, traductor y crítico, Eduardo Moga, nos dice: “recluido en un hotel de una isla mediterránea, el hombre recuerda los avatares de aquel amor. Se despliega, así, un abanico de fotografías verbales, que se engarzan en las páginas como cuentas en el hilo de la memoria. “Yo Siempre Regreso a los Pezones y al Punto 7 del Tractatus” es aún más cosas: la conversación que se mantiene consigo mismo, conversación existencial, que alcanza incluso la esfera metafísica. La tensión entre lo infinitamente abierto -es decir, la poesía-, y lo exacto, lo numérico y lo luminosamente cerrado -es decir, la ciencia-, tienen su origen en una circunstancia biográfica: Agustín Fernández Mallo es físico, como Ernesto Sábato. Y esta tensión, tan visible y tan insólita en la tradición literaria española, se me antoja uno de los rasgos más singulares del poemario. No es casual que una de las primeras citas que aparezcan en él corresponda a María Zambrano: “toda belleza tiende a la esfericidad”. Estimulado por el dictum de Wittgenstein, al que alude en el título, el poeta se lanza a una intensa reflexión metalingüística, que nos permite intuir que los límites de su experiencia son los límites de su lenguaje. En efecto, Fernández Mallo viaja en las palabras, desciende a su grupa hasta el fondo de las cosas, y percibe su transparente crueldad, para descubrir, al final de su inmóvil trayecto, que las palabras no nos eximen de lo real porque ellas mismas son la realidad. Sus metáforas son, casi siempre, de una precisión desbordante. Otras veces los fragmentos se adensan, puros, hasta hacerse casi haikus. El libro concluye con un largo e interrumpido fragmento del monigote W.C., que guarda una sorpresa final. No nos ha de sorprender esta última pirueta, porque todo el libro aspira a la paradoja, a la refutación de lo afirmado, al frágil equilibrio de una concordia oppositorum. Así se plasma, definitivamente, esa tensión entre lo unido y lo desunido, lo eterno y lo quebrado, lo uno y lo disperso, que caracteriza a este excelente libro.