Ribadesella. Donde el río besa al mar – Luis Amérigo Castaño
10.00€
ISBN: 978-84-9946-418-3
Depósito Legal: M-39754-2015
Páginas: 186
Edición: 1ª edición, diciembre 2015
Sinopsis: A través de un viaje descriptivo del pueblo de Ribadesella, el autor nos revela una historia de amor y misterio. Las maravillas y el encanto que posee el lugar son el escenario perfecto para un relato en el que se entremezclan la dulzura y alegría de la juventud con la oscuridad y el dolor de los males e instintos sociales de más baja caladura.
Luis Amérigo Castaño nació en Gijón en 1922, por lo que es un orgulloso asturiano y un quejumbroso anciano con tantos años que últimamente ha tenido tiempo de romperse la cadera dos veces y ahora se apoya en una muleta para andar.
Con su familia llegó a Madrid en 1930 sin saber leer y pronto la luz de la capital abrió sus ojos al Catón. Buen inicio que se vio truncado en 1936, cuando la Guerra Civil trituró su mocedad. Terror, hambre y frío. En cursos abreviados acabó el Bachillerato e hizo el Examen de Estado. Más tarde se licenciaría en Derecho y cursó el Doctorado. Cuando no había en perspctiva ningunas oposiciones de carácter jurídico, se convocaron al Cuerpo Jurídico del Aire. Se presentó y quedó el número uno de su promoción.
Al cumplir cincuenta años en el ejercicio de la abogacía, el Colegio de Abogados de Madrid le dedica el correspondiente diploma vocación matrimonial tardía, el casarse en 1962 con Mimy López Fuentes después después de una peripecia fonética: ella conocía a Conchita Mérigo y esperaba que le presentaran a su hermana Luisa Mérigo. Pero quien apareció fue Luis Amérigo. La sorpresa y grata confusión dieron paso a un enamoramiento que es ahora verdadero y reposado amor. Nueve nietos lo avalan.
La pasión del autor por Asturias queda acreditada porque, siempre que sus ocupaciones profesionales se lo permitieron, veraneó en el Principado: Villaviciosa, Celorio, Llanes, Cabañaquinta, Ribadesella, muchas y deliciosas estancias en Salinas y, por último, en su Gijón del alma, esa villa marinera, como se la define en la canción que la ensalza (con «su calle Corrida, el Muro y las chavalinas de la playa…»).